Un artículo de José Ramón Chaves publicado en www.contencioso.es
Además de tijeretazos, amortizaciones de puestos, congelaciones de promociones y carreras profesionales, retroceso en asistencia social y otros acosos, por si fuera poco, el Secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, a quien se le supone vicealmirante del buque burocrático en la tormenta de la crisis económica, lanza el topicazo de que “ El funcionario debe olvidarse del cafelito y del periódico”. Con ello, se sitúa en la lista negra de iluminados con prejuicios, que encabezaba el presidente de la CEOE, Juan Rosell con sus visionarias afirmaciones (“funcionarios prepotentes e incumplidores”) en línea con la tendencia que abrió en en su día el que fuera Consejero de Sanidad en Asturias con aquélla desafortunada arenga al personal (“el personal llegará cada mañana a su puesto de trabajo desayunados, con el periódico leído y cagados, y llorados”).
Vamos a decirlo muy despacito para que nos entienda hasta el Secretario de Estado.
1.La crisis económica no se debe a los funcionaritos de a pie, sino a grandes especuladores, entidades bancarias y políticos insensatos, ocultos ahora bajo esa coartada sin rostro que llaman “Mercados”.
2. Los funcionarios son servidores públicos que trabajan para todos los ciudadanos pero hay que recordar que ellos mismos tienen la doble condición de servidores públicos cuando trabajan y de ciudadanos cuando son usuarios de los servicios públicos.
3. Lo del “cafelito” queda bien para un comentario de barra de los años 60 pero resulta trasnochado citarlo en el siglo XXI. Primero, porque el derecho a una pausa en el trabajo ( con o sin cafetito, con o sin pincho de tortilla) es una conquista de todos los trabajadores (empleados públicos o no), y segundo, porque produce un efecto reparador que repercute en mayor productividad. Además, no deja de ser humor negro, aludir al cafelito del funcionario cuando precisamente en los tiempos recientes de austeridad, muchos funcionarios de cuerpos y escalas modestos, empiezan a no acudir a sus cafés habituales y optan por llevarse el tentempié al trabajo para ahorrarse unos eurillos.
4. Lo de “leer el periódico” demuestra que poco sabe el general de la milicia ya que hoy día prácticamente nadie “lee el periódico” en las oficinas públicas. El empleado que desea informarse consulta las noticias por internet o en el mejor de los casos hojea el periódico que custodia el ordenanza antes de que se lo pase a los altos jerarcas, aprovechando que el funcionario madruga más que el político.
5. Puede entenderse que un ciudadano que hace cola en una oficina pública o que espera la resolución de un asunto administrativo, tenga fácil situar como chivo expiatorio a la burocracia y al funcionario, pero hay que analizar el caso con empatía y darse cuenta que si los asuntos tardan es porque los procedimientos legalmente marcados así lo imponen (normalmente por garantías) y si hay pocos funcionarios para atender a muchos es porque como lo pagamos todos siempre la austeridad impone reducir los costes de personal. No culpemos a los grumetes de los problemas de aposentos, salvavidas, rumbo y deficiencias del Titanic.
6. No está de más en un curso acelerado sobre los empleados públicos, para que el Secretario de Estado recuerde cinco verdades del Barquero:
A) Que los funcionarios sufren los recortes retributivos para atender el déficit del gasto público “de todos”, pese a que lo justo y equitativo sería respetar el mandato del art.31 de la Constitución, cuando dice que “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que en ningún caso tendrá alcance confiscatorio”.
B) Que la inmensa mayoría de los funcionarios ha obtenido su plaza con sacrificio de tiempo, dinero y esfuerzo ( y los que no ha sido así se la deben a políticos sin escrúpulos);
C) Que los funcionarios han vivido dos décadas con dignidad mientras eran mirados por encima del hombro por profesionales y empresarios, con el mismo desdén que la cigarra miraba a las hormigas de la fábula.
D) Que la inmensa mayoría de los funcionarios han sido y son mileuristas. No todos son Jefes de Servicio ni cuerpos de élite. Además fiscalmente han sido los mas controlados pues han sufrido la retención en sus nóminas directamente, antes de pagársela, y sobre la nómina real, a diferencia de tantos profesionales y empresarios cuyos ingresos reales e ingresos declarados nunca coincidían.
E) Que la inmensa mayoría de los funcionarios han tenido una capacidad de ahorro menguada. La Ley de Incompatibilidades de 1985 ha impedido que, a diferencia de otros trabajadores del sector privado, pudieran completar su nómina con trabajos adicionales. No es casualidad que una elevadísima parte de los funcionarios de los grupos medios e inferiores en los últimos años haya solicitado uno o varios anticipos a cuenta de las nóminas futuras. La estabilidad en el empleo es un valor seguro, pero como los sellos de correos, no puede admitirse como medio de pago de una hipoteca o para afrontar gastos domésticos.
7.Los funcionarios pueden y deben arrimar el hombro frente a la crisis y lo hacen por triplicado, pues lo están haciendo como ciudadanos (pues sufren tributos), como empleados ( pues les congelan las nóminas y recortan prestaciones) y como grupo social ( pues para mas inri sufren la mirada crítica del resto de la sociedad).
8.Por todo ello es indecente que el funcionario, además de cornudo, sea apaleado por topicazos. Y nada menos que del mismísimo Secretario de Estado de Administraciones Públicas. Mal comienzo. Seguro que el Secretario de Estado cuando preside su gabinete y se reúne lo hace con café o algo mas suculento, y seguro que cuenta con un diario resumen de toda la prensa nacional, debidamente ordenado y encuadernado.
Ya puestos a subir peldaños en el Club de la Bilis nacional, el Secretario de Estado podía anunciar que había que tapiar las ventanas de las oficinas públicas, encadenarlos a las mesas de despacho, sustituir las sillas por taburetes (con pinchos,claro) u obligarles a traer el papel higiénico desde casa. Mejor sería que el Secretario de Estado reflexionase sobre algún plan realista como en otros Estados europeos para que los funcionarios pudieren optar por trabajar desde casa con su ordenador, lo que no es ninguna utopía, lo que supondría un enorme ahorro económico (luz, teléfono, desplazamientos,etc) además de bienestar personal y conciliación familiar.
Lo importante es controlar los resultados, y si alguna censura hay que hacer a la Administración no es a los funcionarios en su conjunto confundiendo a la oveja negra con el resto del rebaño sino a los altos cargos políticos que no adoptan medidas disciplinarias frente a esas ovejas díscolas que, como en toda organización (pública o privada), las hay.
En fin, para aquéllos que prefieran ver la Administración y sus funcionarios con humor les recuerdo que el plazo para presentar relatos cortos de humor sobre el mundo burocrático en el I Concurso Internacional Sonrisa de Quevedo, continúa abierto, pudiendo presentar los trabajos por correo electrónico, y cuyas bases están aquí. ¡ Animo! Cuesta poco y puede ganarse mucho…
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