180 jueces y cuatro mossos


3 dic 2012


Doscientos jueces protestan contra el indulto de cuatro mossos d’esquadra, favorecidos reiteradamente con nuevas medidas de gracia por el Gobierno de la nación que aplica con generosidad el privilegio de indultar a los suyos inmiscuyéndose en el ámbito propio de la judicatura, ignorando esa separación de poderes que está en la base de cualquier sistema democrático.¿ Será que no estamos en un sistema democrático? Debe ser eso. Entre los ministros máspiadosos a la hora de aplicar los indultos destacó Acebes, al que según una estadística publicada hace unos días correspondieron 2,4 indultos al día durante su mandato ministerial. La despedida de Zapatero indultando a un pobre banquero en los últimos días de su Gobierno ya había disparado algunas alarmas, pero tantas son las alarmas que suenan todos los días que nos estamos quedando sordos, abrumados por tanto estruendo.

Gracias a una cámara indiscreta, las imágenes de los mossos apaleadores entregados a su insania reaparecen en las pantallas de los informativos repitiendo su flagrante delito y suponemos que los indultadores del Gobierno las habrán visto y comentado muchas veces antes de concederles su merced, tal vez hasta los hayan jaleado en la intimidad. ¡Así se hace!, ¡leña al mono! Quizás hayan visto en esa víctima inocente al chivo expiatorio que necesitan para saciar sus bajos instintos, alterados por todas las mareas reivindicativas que les rodean y aíslan. El repelente vídeo de los torturadores ensañándose con un hombre inerme y desarmado puede servir también como aviso para navegantes, como los ojos saltados por las pelotas de goma o los apaleamientos indiscriminados de ancianos, mujeres y niños democráticamente medidos por el mismo rasero igualador de las porras.

En un reportaje televisivo de Jordi Évole vimos hace poco a un orgulloso jefe de los Mossos d’Esquadra entrenando a sus tropas en un ejercicio de simulación en el que disparaban contra siluetas humanas recortadas. Para puntuar, los fusileros debían evitar que sus balas de goma impactaran sobre algunos blancos, que se supone que debían representar a presuntas víctimas inocentes que estaban donde no tenían que estar. El más cercano y evidente de los señuelos correspondía a un fotógrafo que enarbolaba su cámara a pocos pasos de los tiradores. Otro aviso.

Los mossos catalanes han entrado en dura competencia con los antidisturbios madrileños. ¡A ver quien da más! Y es que todos tienen su orgullo, su prurito profesional y a veces les desborda el entusiasmo. Los mossos, quizás con un punto nacionalista, también se emplean a fondo y el virus de la competición alcanza a otras ciudades y villas de nuestra variable geografía. Blindados y enmascarados desde su impunidad de robocops los antidisturbios, animados y amparados por los jefes políticos de turno, han entrado en una espiral de brutalidad; los presuntos guardianes del orden, ni ordenan ni guardan, solo reprimen.

Setze jutges de un jutjat mengen fetge d’un penjat, dieciséis jueces de un juzgado se comen el hígado de un ahorcado, dice un trabalenguas catalán que adoptaron en los años sesenta del pasado siglo los fundadores de la nova cançó. 180 jueces de diversas procedencias y adscripciones muestran hoy su hartazgo, ya han tragado demasiada bilis y están hartos de estar entre los malos de la historia, un papel que les ha reservado el ministro Gallardón con su fuerza oscura. Los indultos y la subida de las tasas judiciales que sancionan una justicia solo para ricos, con ciertas excepciones más demagógicas que efectivas, han conmocionado a nuestros inamovibles jueces. Es posible que veamos dentro de poco a jueces y magistrados, entogados y ornados con delicadas puñetas en sus bocamangas, manifestándose, desfilando o procesionando y llevando en andas a esa diosa, la Justicia, que además de ciega se ha quedado manca y sorda. La intromisión de los políticos en el ámbito judicial no se ciñe al tema infame de los indultos. Los cabildeos de jueces y políticos han creado consejos y órganos, comisiones y altos tribunales a la medida donde caben todos los dívares y sobran todos garzones.

Por Moncho Alpuente
Publicado o 02/12/2012 en www.publico.es

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