Un artículo de Andrés Cepadas.
Entiendo cada vez mejor, querida Laila, el cabreo de los trabajadores de la función pública anteayer en la calle, y sospecho que habrá crecido tras las declaraciones del Sr. Núñez Feijóo. "Manifestarse contra la realidad es legítimo, pero es la realidad", dijo. Y añadió: "La Xunta no participa de la bajada de los sueldos...al menos mientras aguantemos". Como ves, amiga mía, semejantes declaraciones tienen un innegable punto de provocación. Primero porque entrañan una cierta descalificación de los manifestantes, a los que les perdona la vida por manifestarse, es cierto, pero al tiempo se los tilda de ilusos por contraponerse a una realidad que parece entender inamovible. Y, a renglón seguido, no duda en hacer una afirmación claramente irreal y en anunciar otra bajada de los salarios a los funcionarios para más pronto que tarde, porque se hará en cuanto la Xunta no aguante más. Cualquier funcionario sabe ya que su salario, con congelaciones y otros mecanismos, realmente ha bajado lo suyo en los últimos tiempos, pero ahora sabe además que muy pronto Núñez Feijóo se lo va a volver a bajar, o a congelar o, de algún modo, a achicar.
También sabe el funcionario, y esto es por lo que estaban en la calle, que cuando esté de baja, cobrará menos. Una medida un tanto cruel que, además, insinúa o bien una mala salud muy general del funcionario público o bien un fraude a la seguridad social muy extendido; pues de otra forma no sé de dónde puede venir el ahorro. Este tipo de insinuaciones descalificadoras hacia los perjudicados, implícitas a menudo y a veces abiertas, siempre van ligadas a los recortes. Unas veces se dice que hay que mejorar productividad y rendimiento y otras, como en este caso, el mal uso y abuso de las bajas. Esta forma de justificar recortes y restricciones, culpabilizando a las víctimas y enfrentándolas al desdoro público, ayuda mucho a los capitostes neoliberales, pero va cabreando progresiva y sordamente a los asalariados y trabajadores, que ven cómo, con parte de su sueldo, se recorta también su propia dignidad, que era lo que les iba quedando. El trabajador público no solo se verá impelido a ir a trabajar enfermo cuando la necesidad apriete, sino que además se sabrá siempre bajo sospecha de vago o de tramposo. Y esto, amiga mía, también es una "realidad" que cabrea mucho.
Yo no sé, querida, si los sindicatos mayoritarios van a convocar o no una huelga general y tampoco sé si eso será suficiente o no, pero lo que es evidente es que la sociedad española camina decididamente hacia una movilización general. Y no son solo las empresas con ERE o con despidos masivos, o los inquietos indignados. Ahora son ya hasta los estudiantes más jóvenes, los funcionarios, las clases medias, los comerciantes y prácticamente todos los sectores de la producción los que se sienten agredidos y no tienen más salida que manifestarse "contra la realidad", porque saben que tal cosa no sucede por una ley de la naturaleza ni por ningún mandato divino, que la harían irreversible, sino por la torpe codicia que se nutre y se sirve de la complicidad o incapacidad de los gobernantes de turno. Y estas cosas pueden y deben cambiarse porque la realidad es lo que es, pero puede moverse. Y tanto se siente su movimiento que en la caverna ya se abrió la veda para la caza del provocador y del agitador, al que se trata de atribuir la subterránea dirección y la interesada e ilegítima manipulación de las más razonables protestas. Una nueva falsedad y generalización destinada a la descalificación de la legítima defensa de los más dañados. Y esto sí que es ir torpemente contra la realidad, porque no la cambia, sino que la falsea y deturpa.
La realidad, querida, se mueve.
Un beso.
Andrés
Publicado el 25/02/2012 en www.laopinioncoruna.es
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