O galego no Senado


20 ene 2011




Artigos de Ignacio Escolar, Isaac Rosa e Fermín Bouza

Despilfarros y derechos

por Ignacio Escolar

Como no me gusta lo que haces, criticaré tu presupuesto. Como no les gustaba el Ministerio de Igualdad, lo enterraron con toneladas de demagogia sobre la austeridad. Como tampoco les gusta que en el Senado quede claro que España es un país plural, critican el gasto, que tachan de despilfarro. Ya tenemos un nuevo culpable de la crisis: los traductores del Senado. Que pasen al fondo junto a los funcionarios o los liberados sindicales, que seguro que habrá que hacer sitio para más gente. La misma derecha que ve como algo de lo más normal que este Estado que se define como aconfesional financie con 6.000 millones de euros anuales a la Iglesia Católica se escandaliza después porque el Senado invierta 300.000 euros al año (menos del 1% de su presupuesto) en permitir el uso de esas otras lenguas cooficiales que la Constitución también reconoce como propias. Porque el catalán es una lengua española, como el euskera, el gallego o el castellano. Por eso se debe poder usar en esa cámara que cobija la representación territorial.

España no termina en la M-30, en la circunvalación que rodea a Madrid. Y aunque a algunos les sorprenda, hay muchos españoles cuya lengua materna no es el castellano. Es cierto, todos los senadores saben hablar castellano. Es cierto, es algo simbólico. Pero la política también pasa por los símbolos, por el respeto, por la convivencia democrática, por la representación. Si se trata de ahorrar, desde luego las dictaduras salen mucho más baratas que los parlamentos. Pero 350.000 euros al año para que esos millones de españoles que hablan otras lenguas se puedan ver representados en el Senado me parece un precio muy barato que ayuda en algo fundamental: construir una España que no sea excluyente en la que haya sitio para todos.
 
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A mí háblame en cristiano

Artículo de Isaac Rosa

“Los españoles no tenemos una autoestima tan baja como la que desprenden nuestros senadores con sus pinganillos.” -Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP-


Sólo por ver la reacción de la derecha política y mediática ya merece la pena pagar los 350.000 euros al año de traducción en el Senado. No me dirán que no es divertido ver cómo entran siempre al mismo trapo, cómo se desbocan en cuanto les tocan la lengua, la bandera o cualquier cosa que rompa la imagen nostálgica de una España monolítica. Ayer fue uno de esos días en que la prensa conservadora se lo pone a huevo a nuestro genial Vizcaíno.

Sé que a muchos les parece innecesaria y hasta ridícula la imagen de los senadores con auricular. Pero la democracia está llena de gestos así, y nadie se escandaliza. Con el mismo planteamiento se podría considerar un lujo innecesario que los diputados vayan a los plenos a votar. Total, si van a seguir la consigna del partido, ya podía ir el jefe de grupo y votar por todos ellos, y nos ahorrábamos una pasta en aviones, hoteles y taxis. Si estamos dispuestos a pagar por un parlamento con 350 diputados, ¿por qué no hacerlo para que se oigan todas las lenguas oficiales?

Pero la derecha ya tiene tema para esta temporada: el derroche autonómico, su tema favorito desde hace décadas, y donde meten la traducción del Senado como todo lo que pueda vincularse al caprichito tonto de algunos españoles de tener lengua, bandera e instituciones propias, con lo bien que estábamos todos hablando en cristiano y dejando los particularismos para los coros y danzas.

El argumento, repetido ayer, de que es algo innecesario porque todos los senadores saben castellano es tramposo. El mismo argumento podría usarse en Cataluña o en Euskadi, donde todos saben castellano. Pero es que hasta ahí llega la aceptación de la pluralidad para algunos: que hablen su lengua, vale, pero en su territorio, sin pasarse, y que por supuesto no salga de allí.

No se trata de que todos tengamos que llevar encima el pinganillo, al contrario. Lo deseable sería que tuviésemos nociones de todas las lenguas de España. Pero nadie nos ha educado para eso. ¿A cuántos escritores en catalán o gallego hemos leído, y sin traducción? ¿A cuántos cantantes escuchamos? Y del euskera ya ni hablamos.

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Las lenguas de los Bárbaros

Un artículo de Fermín Bouza

Si ustedes no sabían cómo es el centro del Reino ahora ya lo saben. Que algunos socialistas sueltos como Guerra o Bono (aunque este eligió la vía del silencio insinuante) hubieran preferido negarnos el derecho a hablar nuestra lengua en la cámara territorial (?), aunque su partido sí acepte ese derecho, nos indica hasta qué punto a veces parece que estamos fuera de casa cuando cruzamos el Macizo Galaico. Si esto piense gente del PSOE ¿qué no pensarán los del PP? Nos lo dicen en los medios y deben leerlos. Todo ello nos habla de la dificultad estructural de este Reino, aún hoy, y hasta qué punto no está resuelta la integración de las nacionalidades en este Reino de España, en el que no se considera a nuestras lenguas ni como “lenguas españolas” en el sentido operativo y pragmático, apenas se las trata a veces con retórica “buenista” que pronto pasa a “malista” en cuanto te mueves un poco de la idea, generalmente ahistórica e imposible, de lo que sea España o el Reino de España. Toda la voluntad de integración en este Reino, guardando así su integridad y su existencia, pero a cambio de nuestro pleno reconocimiento, se estrella contra esos abusos y nos vuelve a situar en una especie de parafranquismo que es insostenible a medio plazo. No es agradable pelear por lo obvio, y es hora ya de que terminen estas cosas ridículas que acaban, como en Madrid alrededor del tema de las lenguas, despreciando a esas lenguas de forma explícita y también a nuestros países, en la creencia de que jamás podríamos zafarnos de todo ello. En lo que a mi respecta, que no soy persona especialmente conflictiva en este punto de lo aquí expuesto, debo decir que me siento cada día más molesto con todo ello. Es una sensación generalizada entre gente de mi entorno capitalino.

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