Lo que se jugaban los sindicatos


30 ene 2011




Un artículo de Manuel Rico

Seamos claros: la reforma de las pensiones pactada por el Gobierno, la patronal y los sindicatos es un nuevo recorte social, que se puede resumir en la idea de que muchos ciudadanos tendrán que trabajar más tiempo y encima cobrarán menos cuando se jubilen. Por tanto, a la izquierda no le puede gustar el acuerdo, que no deja de ser otra concesión a esos famosos mercados que nadie conoce con nombre y apellido, pero que cuentan con una legión de traductores e intérpretes. Todos ellos sin pinganillo, eso sí, porque hablan un idioma común: quitar a quienes menos tienen para que se empachen los que acumulan más. Una lengua bárbara.

¿Son entonces los sindicatos unos traidores? Antes de responder, conviene entender lo que estaba en juego, que era sencilla y llanamente el intento de demoler a los sindicatos y reducirlos a la insignificancia. Una operación orquestada por esa derecha de charanga neocon que se pasó meses explicando que subvencionar a los sindicatos para que cumplan con su función constitucional es un crimen, mientras que alimentar a una veintena de vicepresidentes en una patronal mangoneada por un presunto delincuente constituía todo un ejemplo moral (un sujeto felizmente sustituido por otro señor que parece tener los bolsillos aseados y la mente despejada).

Los sindicatos han firmado recortes, cierto, pero han amortiguado un golpe mucho mayor a las pensiones públicas. Y, sobre todo, han salvado su poder de negociación. Y eso es esencial si queremos evitar que los bárbaros nos impongan en el futuro todo su diccionario.

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