Murcia: Expedientan al juez del Registro Civil tras denuncias por ´vejaciones´


9 abr 2011


El TSJ ha recibido más de una decena de demandas de funcionarios contra Antonio Martín Ferradal, al que acusan de maltrato psicológico


La Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) ha trasladado al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) las denuncias y quejas interpuestas por funcionarios del Registro Civil de Murcia contra el juez del mismo, Antonio Martín Ferradal.

Las reclamaciones formuladas por los empleados contra el juez alcanzan la decena, y la causa que ha motivado las quejas coincide en todas ellas: los funcionarios se han hartado de lo que ellos denominan «trato vejatorio» por parte del magistrado.

El propio denunciado, Martín Ferradal, confirmó a esta redacción que ayer le fue notificada la apertura de un expediente, y no quiso hacer declaraciones al respecto. El juez del registro mostró su descontento porque «la noticia ya se esté difundiendo».

En cuanto al contenido de las denuncias de los funcionarios del Registro Civil, en ellas se relatan episodios concretos de conflictos entre el juez y los empleados, protagonizadas por los gritos de éste.

«Para mí no es agradable haber llegado a este punto de tener que denunciar a una persona a la que veo todos los días, pero es que he pasado el límite», dice una de las personas que ha interpuesto una demanda contra Martín Ferradal. «He llegado a un punto en el que me da miedo y ansiedad venir a trabajar, porque el juez me grita, me insulta y me ridiculiza delante de mis compañeros –describe– es un infierno ser su compañera de trabajo, te hace sentir como una mierda», describe.

Otro funcionario que actualmente trabaja en el Palacio de Justicia pero estuvo unos meses empleado en el Registro Civil explica que «me sentía impotente al ver que yo le trataba con respeto y él no sólo no respondía de la misma manera, sino que la forma en la que se dirigía a mí y a mis compañeros podría calificarse de maltrato psicológico».

Una de las empleadas que trabajó en el Registro explica que «cada día viene de una manera, es muy variable, lo mismo pide que se pongan papeleras cada cinco metros que ridiculiza a un anciano que viene a pedir un certificado, llegando incluso a llamar a la Guardia Civil para que lo echen de allí».

Esta empleada dice que «el juez tiene decenas de quejas de ciudadanos por la forma en la que les ha tratado al acudir al Registro, pero estas reclamaciones luego no llegan a nada».

«En el Registro se trabaja mucho más a gusto que en un despacho rodeado de causas judiciales», cuenta un empleado que pidió el traslado a un juzgado hace unos años, tras haber pasado meses como funcionario con Martín Ferradal. «Pero, pese a la comodidad de trabajar allí, casi nadie aguanta con ese juez, los funcionarios salen corriendo».

El CGPJ se encargará ahora de investigar la veracidad de las denuncias y quejas de los funcionarios y determinará si adopta medidas contra Martín Ferradal, que podrían llegar incluso hasta su destitución como juez del Registro Civil. En cualquier caso, a Martín Ferradal le queda poco tiempo desarrollando las funciones como juez, ya que la Ley Orgánica del Poder Judicial establece como edad máxima para que los magistrados se jubilen los 70 años de edad, y él tiene 68.

No inscribía a niños por llamarse Jhon

No es la primera vez que la Sala de Gobierno del TSJ abre un expediente disciplinario contra el juez del Registro Civil de Murcia, Antonio Martín Ferradal. En el año 2005, el magistrado se enfrentó a las quejas de decenas de padres extranjeros que consideraban «degradante» su actitud al negarse a inscribir a sus hijos con nombres de su país de origen. El juez exigía que los padres entregaran documentos consulares para certificar que los nombres que querían poner a sus hijos existen. Un buen número de padres tuvieron que renunciar a poner a su hijo nombres de sus familiares, como Alpha, Reina, Osama, John, Mike o Mouhamabou. Además de los impedimentos para lograr decidir sobre el nombre de sus hijos, los padres ya manifestaron en su día las «malas formas» con las que los trataba cuando acudían a inscribirlos.

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