Un juicio que rozó la chapuza


6 feb 2011




Un artículo de Xosé Carreira publicado en www.lavozdegalicia.es

Solo dos miembros del tribunal popular que se encargó de juzgar a O Chucán consideraron que era culpable. Los siete restantes marcaron el veredicto final: inocente. La polémica sobre el jurado vuelve a estar sobre la mesa. Ahora, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia tiene la última palabra. Anular o no anular. Esa es la cuestión. Decida lo que decida, el juicio rozó la chapuza.

Para que decidieran sobre la actuación de este hombre, que en los últimos días montó un revuelo sin precedentes en ámbitos judiciales, al jurado le presentaron las siguientes pruebas: dos posibles armas homicidas (un hacha y un mazo de hierro), una camisa y un chándal. Todas estas piezas tenían manchas de sangre de la víctima, Pilar Palacios, pero ni una huella de José Carnero. La clave parecía estar en la andrajosa camisa, que además de restos sanguíneos revelaba que se la había puesto el imputado. «¿Quién se viste con semejante trapo para ir a buscar a una mujer a un club de alterne?», preguntó el abogado defensor. Y siguió: «¿Qué pruebas hay de que esa prenda fue puesta antes o después de la muerte de la prostituta?».

Ni siquiera llegó a explicarse con claridad qué objeto fue utilizado para destrozarle la cabeza a la mujer en la cuadra de los cerdos. A mayores, tampoco está muy clara la fecha en la que se produjeron los hechos. ¿Quién falló? Los guardias civiles que llevaron la investigación, el juzgado que instruyó las diligencias... Con semejantes pruebas, ¿por qué se planteó una acusación tan contundente contra este hombre? El fiscal, hay que recordarlo, pedía inicialmente 13 años de cárcel por un delito de homicidio y, a mayores, dejó la puerta abierta a un posible asesinato por el que elevaba la petición a 17 años. Pero acabado el juicio, subió la solicitud por el primero de los delitos a 14 años.

Indicios, no pruebas

Al jurado le proporcionaron indicios, no pruebas. Ni siquiera fue encargado a ningún psiquiatra un informe sobre el estado mental del acusado. Sí intervinieron unos psicólogos, que dijeron que O Chucán está en el límite de la inteligencia. Y poco más.

A todo este cóctel explosivo hay que añadirle un personaje peculiar. Fue una lástima no contabilizar las contradicciones en las que incurrió O Chucán a lo largo de la vista y de todo el proceso. Pueden llegar tranquilamente al medio centenar. Porque parece como si no hubiera contado una verdad. Cuando parecía que daba una puntada al derecho, venían cinco del revés. Abogados y fiscal sudaron para lograr enterarse de qué había hecho el de Sober después de matar supuestamente a la meretriz. Se cerró el juicio teniendo más o menos claro que había ido a casa de su hermana a Monforte y que después marchó a Pontevedra para hacer aguardiente, aunque en el camino tuvo un accidente y lo cazó la Guardia Civil. Aquellos días murió su padre y ni siquiera se presentó en el entierro. Cuando el presidente del tribunal le hizo, ya en tiempo de descuento, unas preguntas aclaratorias, declaró que había llevado de vuelta a Pilar al club de alterne. Pero solo diez minutos antes había contado que fue un hombre del prostíbulo a buscarla a su casa de Sober. Primero había utilizado un Ford Sierra, luego un Ford Fiesta...

O Chucán, intencionadamente o no, jugó al despiste todo lo que le vino en gana y, al final, acabó saliendo de la cárcel, en la que estuvo tres años.

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