Cinco historias chungas de (des)amor que no hay que ver en San Valentín


10 feb 2011




Publicado en www.canaltcm.com

Llega el fin de semana de San Valentín (que se celebra el lunes) para vendernos la moto de que en el amor todo es maravilloso, cuando sabemos que, desgraciadamente, el subidón dura poco y que muchas veces lo que empieza como una relación celestial acaba en infierno.

El cine nos lo ha mostrado.

He aquí cinco ejemplos que me gustan:

-Tal como éramos.



Aparentemente es una gran historia de amor, pero desde el principio notamos que la unión entre el chico más guapo, rubio, mandíbula cuadrada y atlético del campus (con ambiciones literarias) y la concienciada política de pelo rebelde y gran nariz (que lucha, entre otros, contra Franco) es una empresa más que complicada.

Ella se enamora perdidamente de él (¡qué elocuente la escena de él borracho quedándose dormido sobre el cuerpo desnudo de ella...!) cuando descubre que el galán además tiene talento, pero él -conformista y hedonista- acaba escribiendo guiones para Hollywood. Cuanto más se conocen y conviven, mayor es la distancia que los separa, hasta que, con un bebé en camino, aquello ya no tiene solución.



Ganó dos Oscars, entre ellos a la mejor canción, que no cesa a lo largo de todo su metraje.

En el reparto, aparte de Barbra y Redford, un jovencísimo James Woods, como el mejor amigo de la prota.

-El cielo protector.



Paul Bowles escribió su mejor novela inspirándose muy mucho en su relación con su mujer, Jane, que se describía a sí mismo como "coja, judia, neurótica y lesbiana". Juntos vivieron en Marruecos y en este país africano rodó Bertolucci una de sus películas más desconcertantes, pues muestra el continúo intento de una pareja por ser feliz, con resultados penosos.

Hay una secuencia espléndida, en la que inician algo parecido al acto amoroso en lo alto de una loma, con el desierto al frente, sin más protección que el gran cielo, pero ya no hay pasión, ni interés, sólo rutina y mucho reproche...



Bowles, que hace un cameo en el film, se quedó de piedra cuando vio a la enorme Debra Winger caracterizada como la protagonista de la película, pues era como volver a ver a Jane viva.

-Brokeback Mountain.



Una de las mejores películas sobre la homosexualidad masculina radiografía lo difícil que resulta vivir acorde con los propios sentimientos, más aún en un ámbito hostil.

Ang Lee, un cineasta de sensibilidad y talento evidentes, adaptó un relato de pocas páginas de Annie Proulx y convirtió en modernos cowboys a Jake Gyllenhaal y al malogrado Heath Ledger.

Ambos son chicarrones que descubren, en la soledad de la montaña, lo mucho que se gustan.

Pero la castrante educación recibida por uno, el más retraido, que le impide mostrar sus sentimientos abiertamente, convertirá la relación en algo esporádico y breve, con escasos encuentros a lo largo del tiempo, y con resultados nefastos.



Una película que deja un amargo poso de tristeza, pues muestra lo difícil que sigue siendo ser gay.

-Revolutionary Road.



El británico Sam Mendes bordó con American Beauty el retrato de una pareja destruida por la mentira, la hipocresía y la rutina, en la que ella -Annette Bening- se interesaba por las rosas de su jardín mientras él -Kevin Spacey- se la cascaba cada mañana en la ducha fantaseando con quinceañeras.

Años después adaptó la gran novela de Richard Yates en la que vuelve a desmontar la ilusión de una vida en común rica en proyectos, en este caso un matrimonio que sueña con vivir en París mientras se va enfangando en el típico estilo de vida americano de casa con jardín, trabajo tiránico, vecinos pesados y varios críos.



Así, la pasión y el amor acaban dando paso al desencanto, la frustración y la locura.

Leonardo DiCaprio nunca estuvo mejor y de Kate Winslet no hace falta decir nada, sólo contemplar cómo a su personaje se le va la pinza, poco a poco, poco a poco...

-¡Olvídate de mí!



De nuevo la Winslet -ahora peliteñida malamente de colorines- en una película sobre las cicatrices del amor, en esta ocasión a las órdenes de Michel Gondry y con un guión (premiado justamente con el oscar) del genial Charlie Kaufman.

Ya conocéis la trama: un tipo quiere que le borren de su cerebro los sentimientos que aún alberga hacia una chica que le volvió loco.

Lo que no sabe es que la experiencia le volverá aún más demente, porque no hay que remover el pasado si no queremos abrir las heridas provocadas por la pasión que se apagó.



Jim Carrey demostró, como en El show de Truman, que es un actorazo, capaz de transmitir la estrechez de la línea que separa el cariño del odio, el paraíso de una cloaca, la felicidad del dolor más insufrible. ¡Genial!

Ahora te toca a ti, querid@ enamorad@: ¿Qué otras películas de amor no (o tal vez sí) recomendarías ver en San Valentín?

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